Lorenzo, artesano de máscaras

*Las manos de Lorenzo, hoy desgastadas por el paso del tiempo, trabajaron la yunta, el azadón, labraron la tierra, pero también crearon artesanías como juguetes y máscaras de madera.

Inés Tabal G.

Coyolillo, Ver. – Cuatro máscaras de madera en forma de cabezas de vacas y chivos que resaltan por sus grandes cuernos pegados en la frente, dan la bienvenida a la casa de don Lorenzo López Zaragoza, artesano del municipio de Coyolillo, comunidad afrodescendiente.

Las máscaras de madera que cuelgan en la pared de la sala de don Lorenzo, son símbolo de una tradición que los habitantes de este pueblo afrodescendiente han defendido por más de 150 años: el Carnaval de Coyolillo.

Lorenzo, forma parte de una de las pocas familias que se dedican a labrar máscara de madera con figura de demonios, toros, venados y chivos, que los pobladores portan cada año junto con un ropón hecho de varios retazos con colores chillantes, una capa larga con flecos y un penacho.

Tiene más de 50 años de ser artesano, la tradición la comenzó su padre, Bartolo López Luna, quien describe como un hombre de campo que, así como hizo techos para casas y cultivó la tierra, también fabricó artesanías y juguetes de madera.

Estos talentos fueron heredados a sus siete hijos, pero solo cuatro continúan con el legado, uno de ellos es Lorenzo. Los primeros recuerdos que tiene sobre este oficio lo llevan a la edad de nueve años, él veía como su papá hacia estas artesanías bajo la luz de un candil y con herramienta rústica.

“Mi padre, trabajaba en la artesanía, en el campo, hacía techos de casas, fue carpintero y nosotros nos dedicamos al campo. Yo hacía llaveros de madera para jugar con los chamacos, bueyes de barro y ya las máscaras las comenzamos a hacer de grandes, como de 18 años”, recuerda Lorenzo.

Junto con sus hermanos recogían los pedazos de madera que se le caían a su padre y con eso hacían sus juguetes y máscaras, pues no tenían permitido ocupar las herramientas de los adultos mayores. Fue hasta la edad de 18 años que comenzaron a inmiscuirse más en esta tradición.

Ahora, a sus 73 años de edad, trata de pasar este conocimiento a sus hijos, nietos y a las nuevas generaciones que aman y conservan el Carnaval de Coyolillo.

Cada que el tiempo le da tregua intenta enseñarles a sus nietos el amor por el oficio, su hermano menor, Octavio, es artesano y maestro por la Universidad Veracruzana (UV), ambos dan talleres a la población para que el oficio de fabricar máscaras no se extinga. También han colaborado en dos libros para plasmar la historia de Coyolillo, ubicada a una hora de la capital del estado, Xalapa.

“Somos cuatro hermanos que nos dedicamos a hacer las máscaras, ha habido curso de niños y de gente adulta, nos dieron diplomas y reconocimientos. El hermano más chico se dedicó de lleno a esto y otro que hace puros llaveros de máscaras”, dice mientras viste a su nieto con el traje típico del carnaval.

El Carnaval de Coyolillo se celebra en febrero y es un recordatorio de que el estado de Veracruz fue cuna de los afrodescendientes que, pese a los cambios de generaciones aún mantienen vivas sus tradiciones en fiestas, comidas típicas y, sobre todo, en su gente, como Lorenzo.

 

 

 

 

 

 

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